#Basura 3.0

20140623_4.jpgCuando nos cansamos o se nos rompen los aparatos electrónicos no sabemos cómo deshacernos de ellos así que los tiramos por ahí. Contaminan y a veces andan niños cerca.

Hace una semana, Carlos volvía del trabajo por 8 de Octubre cuando vio un hurgador revolver una volqueta. Sacó tres monitores, y luego de inspeccionarlos, les empezó a pegar con una piedra para desarmarlos. Al golpe número 50 lo consiguió, sacó los cables y otros materiales y dejó el resto en la volqueta. Así, dice Carlos, que justo es un especialista en el tema, no debe terminar una computadora. Y en eso incluye al reciclador y al que la tiró ahí.

En los últimos años, Uruguay quedó invadido de tecnología: smartphones, notebooks, televisores de plasma y LED y tablets pasaron a ser objetos cotidianos. La cantidad no implica calidad, y la mayoría de estos productos no parecen estar diseñados para durar mucho, apareciendo rápidamente su peor cara: los llamados Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), más conocidos sencillamente como chatarra electrónica.

Disponer de ellos no implica solo un problema de logística, sino también de salud, ya que los RAEE vienen con sustancias que de no ser procesadas adecuadamente, terminan siendo dañinas.

Para tomar una dimensión del crecimiento, en 2009 había 600.000 computadoras en el país y aunque no hay cifras oficiales precisas, a octubre del año pasado se habían entregado un millón de ceibalitas y se estima que se desechan 100.000 computadoras viejas por año. En 2007 había un millón de celulares en el país y parecía un disparate. Para 2012, según un informe de la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicación (Ursec) ya había cinco millones. Y un millón de ellos por año se convierten en basura.

Es que el problema no es la cantidad de aparatos, sino su destino.

Los RAEE preocupan a la Asociación de Informáticos del Uruguay (Asiap). Luis Amil, su presidente, y Carlos Gera, gerente y testigo del episodio que da inicio a esta nota, reciben a Qué Pasa en su sede de la calle Guaná. Amil se disculpa porque la casa no tiene nada que identifique el lugar: un gran cartel de una asociación de informáticos podría dar la impresión de que el lugar está lleno de equipos y computadoras. Y no es así.

Según Amil, un estudio en Estados Unidos concluyó que cada persona tira en promedio 1,5 aparatos al año. Unos siete kilos de tecnología. Uruguay no tiene el nivel adquisitivo de Estados Unidos, pero sí una importante inserción de la tecnología, por lo que considera que es una cifra que se puede extrapolar a la plaza local. De ser así, se estarían generando más de 23.000 toneladas de chatarra electrónica nacional al año. "Si tuviésemos ferrocarril podríamos llenar vagones de un tren que vaya de plaza Libertad al puente de Carrasco", dice Los desechos tecnológicos una intoxicación silencios, una publicación reciente de la Asiap.

Y no parece tan exagerado. Un informe de "Solución al Problema de los Desechos Electrónicos" (StEP, por su sigla en inglés), una iniciativa respaldada por Naciones Unidas en la que participan empresas, gobiernos y ONG (ver recuadro), basándose en estándares internacionales, proyectó que en 2012, Uruguay generó 31.480 toneladas de RAEE. En ese caso los vagones capaz que llegan hasta Atlántida.

Ana Luis Arocena, ingeniera química de Triex, una empresa especializada en el tratamiento de residuos especiales, dice que considerando que el promedio es entre los cuatro y los 16 kilos por persona al año, dependiendo del país, la cifra parece verosímil.

Para Federico Souteras, director de Desarrollo Ambiental de la Dirección Nacional de Medio Ambiente, si bien no hay cifras exactas, ese estimado le parece un poco exagerado. Sí reconoce que la explosión de consumo en los últimos años llevó a que el volumen de RAEE creciera considerablemente. Y si bien hay otros residuos más urgentes, los RAEE son un problema.

El problema, dice Gera, es que no hay ningún estudio de cuántos productos entran al país, por lo que es imposible saber cuánta basura se va a producir en unos años. Tampoco hay ninguna limitación respecto a las importaciones. Según Gera, uno de los problemas de los países subdesarrollados, es que se traen equipos usados del primer mundo, que luego de realizar un par de modificaciones, son vendidos cómo recertificados. Eso, dice, llevó a que se vendiera tecnología y electrodomésticos a precios muy baratos. Un televisor a 100 dólares, cómo ofrecían muchos catálogos, es una oferta tentadora, pero con una vida útil muy limitada. Y al poco tiempo la ganga se transforma en chatarra.

El otro problema es que los RAEE no cuentan con una reglamentación específica para su disposición como sí tienen, por ejemplo, los residuos hospitalarios, o las baterías de plomo ácido (ver recuadro). Hoy, no hay ningún protocolo que diga donde uno debe tirar sus aparatos viejos.

RECICLAJE.
Con un reciclaje adecuado, los RAEE no tienen porqué ser un problema. Según Arocena, de la empresa Triex, de un aparato electrónico se puede reciclar 80% de los materiales, dependiendo del producto. El reciclaje consiste en una separación manual de los componentes, que resulta de mejor calidad que la trituración, y luego, cada parte tienen un destino distinto. Por ejemplo, en una computadora se pueden reciclar la carcaza metálica y de plástico y los cables, de los que se obtiene cobre. Las plaquetas de circuito se exportan ya que, con la tecnología adecuada, se pueden obtener algunos metales. Entre ellos oro y plata. Claro, hacen falta miles de toneladas para obtener oro de computadoras viejas, así que no se abalance sobre la PC de su hijo.

No son muchos los operadores privados que se encargan de la recolección de estos residuos, y sus clientes son, casi exclusivamente empresas. El decreto de desechos industriales las obliga a responsabilizarse de todos sus residuos, desde aquellos que provienen de la cantina hasta los equipos electrónicos.

Y en general cumplen. María José González, del Compromiso Empresarial para el reciclaje, dice que para cualquier empresa, la gestión de residuos tiene un costo, sobre todo si se trata de componentes peligrosos, pero la deposición de los RAEE ha sido asumida y no genera gran impacto a las empresas.

Triex es una empresa de recolección de residuos especiales, que incluye los RAEE. Por este concepto recoge alrededor de unas 10 toneladas de chatarra al mes de unas 50 empresas.

El operador privado más importante es Werba, unos de los principales exportadores de cobre del país. Según Gabriel Werba, su director general, reciben unas 1.000 toneladas de basura electrónica al año. Antel, Plan Ceibal, IBM, Claro, Movistar son sus principales clientes.

Werba recicla casi toda la chatarra en la planta, salvo algunos productos. Por ejemplo, los monitores y televisores de tubos de rayos catódicos o, como los llaman las nuevas generaciones, los que tienen cola. Estos son de los residuos más peligrosos, ya que contienen un importante componente de plomo, y requieren una tecnología especial para su disposición final. Estos equipos se exportan enteros a Inglaterra, Letonia o Bélgica. Y eso tiene su costo: la empresa cobra 600 pesos para deshacerse del monitor.

Otro de los actores a los que se puede recurrir es Crecoel, un pequeño grupo de clasificadores junto con la Organización San Vicente, "Obra Padre Cacho". Raúl Rodríguez, uno de los directores de la cooperativa, dice que reciben alrededor de 300 computadoras y 50 celulares para reciclar por semana. La empresa vende la mayoría de los equipos que recolecta a Werba. Esta semana recibieron el encargo de Hípica Ríoplantense para desechar unos 780 slots. Cada día, dice Rodríguez, recibe llamadas de particulares para levantar sus equipos. Pero es imposible movilizar un flete solo por una computadora. Y nadie va a pagar para que le tiren un televisor viejo.

El problema parecen ser los particulares, ya que no hay norma que impida o sancione a alguien por tirar su equipo en la volqueta. Y si tiene la iniciativa de deshacerse de ellos adecuadamente, tampoco se le brindan muchas opciones.

La intendencia de Montevideo cuenta con un servicio de recolección de residuos especiales que por su volumen no entran en un contenedor, pero en general está destinado a muebles, sillones o colchones. Las llamadas por basura electrónica son las menos.

Y a falta de opciones, la gente termina haciendo lo más fácil: derecho al contenedor. Según Arocena, de la empresa Triex, tan sólo una mínima parte de la chatarra electrónica recala en el sector formal. El resto termina en la volqueta. Y de ahí a los vertederos de basura o es levantada por recicladores.

Y ahí la mayoría de las veces el reciclaje no sólo es informal sino que precario. Esta chatarra contiene químicos y metales pesados como plomo, cadmio, manganeso y mercurio que, si no son procesados correctamente, pueden generar daños al medio ambiente. Y eventualmente a la salud.

Amalia Laborde, Profesora Titular en Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina, señala dos grandes basureros del mundo para explicar los peligros de la basura electrónica. Uno es Acra, la capital de Ghana, y el otro es la provincia de Guiyu, en China. Ambos reciben chatarra electrónica de todo el mundo. Y basta una rápida búsqueda en Google para ver las montañas de basura. En estos países, el reciclaje empujó a la economía, pero a un precio muy caro. La quemas indiscriminada de chatarra trajo todo tipo de patologías y afecciones. Desde problemas respiratorios, hasta problemas para la reproducción.

Accra y Giuyu son el extremo de la contaminación, muy alejados de la realidad uruguaya, pero, dice Laborde, sirven para ver los efectos potenciados de malas prácticas. Y de todas las malas prácticas, la peor es la incineración.

Según Laborde, hoy preocupa la quema a cielo abierto por parte de recicladores. Esta chatarra se quema junto a cables y otros elementos que liberan grandes cantidades de plomo. Y esto puede derivar en graves daños para la salud, tanto de los recicladores como de la población aledañas. Según Laborde, se han realizado mediciones en puntos de quema de la ciudad, y se han detectado altísimos nivele de plomo y de otros metales.

La cátedra cuenta con una unidad pediátrica ambiental que estudia a los niños que podrían haberse contaminado, y en algunos casos se han detectado puntos de quema cerca de sus casas. La cátedra está trabajando con la Intendencia de Montevideo en un proyecto para eliminar esos puntos de quema.

Normativa.
Todos los consultados coinciden en la necesidad de una reglamentación que regule a los RAEE, algo de lo que se viene hablando hace años. El primer proyecto de ley se presentó en 2008, y el último se archivó en 2010.

Desde la Asociación de Informáticos reclaman un marco normativo especial para los RAEE, como sucede con otro residuos. La intención del sector es consagrar la responsabilidad extendida. Según este principio, el fabricante o importador se responsabiliza de todo el proceso industrial de un producto, desde su venta a su disposición final. Es lo que ocurre acá con los envases y baterías de plomo. Este es el camino que siguieron países más avanzados en materia de chatarra electrónica.

Actualmente no es una práctica muy extendida en el país. Una de las pocas empresas que cuenta con un sistema de este tipo es Antel, que tiene un programa de reciclaje de celulares, Diversos locales del ente disponen de recipientes especiales donde se reciben de forma separada cargadores, baterías y teléfonos móviles. El material es trasladado de forma segura al centro de acopio transitorio en Montevideo, donde se guarda en contenedores refrigerados emplazados en superficie de hormigón. Al momento se han recibido más de 4,2 toneladas de material, según informaron vía mail desde la empresa.

El Plan Ceibal también cuenta con un programa para reciclar las computadoras desechadas. Según Gestión de residuos electrónicos. La visión del Plan CEIBAL en Uruguay de Eduardo Barreiro y Marcel Winicki de 2010, a partir de 2012 se iban a remplazar 170.000 ceibalitas por año.

Federico Souteras, director de Desarrollo Ambiental de la Dinama, coincide en que una norma de responsabilidad extensiva es lo ideal, así funciona a nivel internacional. Y si bien hubo intentos, no se pudieron concretar. Y al parecer, no habrá novedades hasta el próximo gobierno.

El problema, dice Souteras, es que no se pudieron resolver algunos aspectos concretos para poner un sistema en marcha, de modo que sea lo más simple posible para el consumidor. Por ejemplo, en Uruguay muchos equipos informáticos son clones, o están integrados con partes de diferentes marcas, por lo que es difícil de determinar quién es el fabricante. Otro ejemplo, qué pasa en los casos en que se compra un equipo en una parte del país y luego se quiere tirar en otra. También es difícil conseguir empresas que inviertan en la recolección de residuos cuando los volúmenes son de poca escala.

Para Souteras, si bien los RAEE son un problema, otros residuos requieren una atención mas inmediata, y de acá al final del período la idea no es abrir nuevos desarrollos. Y se espera que los programas actuales de residuos den herramientas y controles que se extenderán a los RAEE.

Así que, por ahora, habrá que guardar la computadora vieja, hasta qué alguien nos diga bien qué hacer con ella.

A LA VIEJA TE LA ARREGLA ANTEL
Uno de los programas que intenta sacarle jugo a la basura electrónica es Antel Integra, que promueve la inclusión digital por medio de la donación de computadoras. La empresa recibe computadoras y otros equipos en desuso de instituciones públicas, privadas y particulares, que son puestos a punto por técnicos de la empresa, alargando su vida útil. Luego de la reparación, son asignados a diversas organizaciones sociales. El programa ha donado hasta el momento 5950 torres de computadora y 7010 monitores.

Comprar, tirar, comprar es un documental español que comprueba uno de mitos urbanos preferidos: la obsolescencia programada. Una estrategia comercial que consiste en dotar a un producto de poca vida útil para que las consumidores compren más.

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