Mal día para el planeta
El Acuerdo de Copenhague del que hablamos en un artículo anterior pidió a las Países de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que presentaran compromisos voluntarios de reducción de emisiones para el año 2020.
Hasta la fecha, 32 países han hecho caso a ese llamado. Promesas de reducción de emisiones contribuyen a alcanzar el objetivo de las partes de la CMNUCC para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 2 °C, en comparación con los niveles pre-industriales.
Pero estas promesas para 2020 ¿son suficientes para mantener al mundo como lo conocemos alcanzando el objetivo de 2 °C? , ¿O habrá una brecha entre la ambición y la realidad?
La expectativa más optimista indica que la emisión de gases efecto invernadero en 2020 será entre 8.000 y 12.000 millones de toneladas mayores al nivel que deberían tener para que el calentamiento global causado por el efecto invernadero solo aumente la temperatura del planeta en 2 grados centígrados, lo que podría evitar un grave cambio climático. Aunque soportaremos un cambio climático no grave (si es que lo hay).
El programa medio ambiental de la ONU analizo los posibles compromisos de los países para recortar sus emisiones, y encontró una gran diferencia diferencia entre los compromisos y las necesidades del planeta para evitar para evitar efectos potencialmente devastadores de calentamiento global.
La diferencia se sitúa entre 8.000 y 12.000 millones de toneladas al año para 2020, esta cifra mejora aunque muy poco los pronósticos del año pasado que eran entre 8.000 y 13.000 toneladas de exceso. Si consideramos que probablemente no se cumplan los compromisos, la situación es crítica, por lo cual seleccionamos el título de Mal día para el planeta para este artículo.
Estamos sumergidos en una situación perversa, todos se miran, todos le piden a los demás que dejen de emitir. Es más, hasta son capaces de ayudar a que los otros rebajen sus emisiones, pero no están dispuestos a sacrificar sus industrias ni a pagar los sobrecostos de una reconversión industrial.
La historia volverá a repetirse. En 2010 los países acordaron tomar medidas para limitar el aumento de las temperaturas, pero muchos han fracasado a la hora de recortar sus emisiones, incumpliendo sus promesas.
Los delegados de más de 190 países se reunieron en Varsovia (Polonia) para una conferencia de la ONU en la que se abordaron los recortes de emisiones bajo un nuevo pacto climático, que se firmará en París en 2015 pero que se aplicará en 2020.
El límite fijado por los científicos, para las emisiones globales se sitúa en 44.000 millones de toneladas por año para 2020, sin embargo las emisiones están en 50.000 millones y siguen creciendo. La brecha es casi del 20% en este tema. El mundo ya conoce el fracaso del protocolo de Kioto y las esperanzas están situadas en Paris en 2015, en un tratado que consiga los resultados que el de Kioto no consiguió. Aunque se trata del mismo problema, de los mismos actores y de los mismos intereses. Solo la cercanía del daño potencial los puede hacer tomar conciencia. Esperemos que de resultado.
Los estudios muestran que podría lograrse una reducción entre 14.000 y 20.000 millones de toneladas anuales con un costo de 100 dólares la tonelada.
Las posibles soluciones son las mismas de siempre, energías renovables y nuevas técnicas en la agricultura, todo ello significa costos y quienes no cumplan con sus promesas de reducción, producirán a costos menores y por esto serán más competitivos y vivirán mejor o se prepararan mejor para soportar los daños.
Sería una utopía pensar en la solidaridad entre naciones y mucho menos con costos importantes para sus industrias o ciudadanos. Lamentablemente cada vez se hace más real aquel famoso cuento de la fiesta de la vendimia del pueblo, en la cual todos los bodegueros debían contribuir con un litro de vino en el tonel para la fiesta. Pero claro, todos eran más inteligentes que los demás y todos pensaron que un litro de agua no se notaría entre tanto vino. Sin embargo el resultado fue agua pura, porque todos cuando suponían que nadie los veía en lugar de contribuir con su litro de vino llevaron solamente agua y las consecuencias al final las pagaron todos.
Esperemos que con la reducción de emisiones no suceda lo mismo, aunque la historia indica lo contrario.