Los derechos de emisión de CO2 es una fórmula que encontró la UE para poder cumplir con el protocolo de Kioto que los obligaba a reducir la cantidad de emisiones de CO2 y otros gases efecto invernadero a la atmósfera.
¿Cómo funciona el comercio de estos derechos?
Resulta que para poder cumplir con las metas tanto a los países de la UE como a las empresas dentro de cada país, se les asigna un volumen de emisiones y los que no los logran reducir le tienen que comprar estos derechos a los que si lo logran.

De esta forma hacer las cosas bien da un resultado económico, porque los derechos adquieren valor del mercado y se comercializan.

El comercio de derechos de emisión es visto como un enfoque más eficiente que la tasación o la regulación directa.

Políticamente es visto como más favorable para las industrias existentes, puesto que la concesión de permisos se hace a través de cálculos proporcionales a las emisiones históricas, sin necesidad de excepciones y además, la mayoría del dinero generado por este sistema se destina a actividades medioambientales.

De todos modos, recibe las críticas más fuertes basadas  en la dificultad de controlar todas las actividades de la industria y de asignar los derechos iniciales a cada compañía.

¿A qué viene esto?
Es un hecho que se aproxima una regulación más estricta que el protocolo de Kioto (que es claramente insuficiente y poco respetado),  puesto que el efecto invernadero se produce por la acumulación de los gases de efecto invernadero en particular CO2 en la atmósfera.  Estos gases, se acumulan porque se vierte mucho más de lo que el planeta es capaz de absorber. Todos sabemos que los bosques absorben el CO2 de la atmósfera, por eso es importante conservar las selvas como el amazonas.  

Alguna vez oí una idea que parecía descabellada: Alguien debería pagar para que nuestros países que no solo no generan gases de efecto invernadero en forma desproporcionada, sino que además conservamos y hasta plantamos bosques. ¿No deberíamos tener bonos de este tipo?

Nos preguntamos: ¿Cuál es el foro mundial donde debe plantearse este tema  del comercio de derechos de emisión por absorción demostrada?

¿Será acaso la conferencia de París donde se tratara el tema del calentamiento global?, ¿no es razonable que los que más contaminan un bien que es de todos le paguen a los que contaminan menos o incluso limpian el mismo bien permitiéndoles continuar con sus industrias contaminantes?

La lógica aplicada ya está planteada en el protocolo de Kioto y en Europa se está utilizando con normalidad tanto entre empresas como entre países.

Nuestra zona, el Mercosur, con una contaminación per cápita muy baja, debería prepararse para medir tanto lo que consume como lo que regenera y tratar de obtener en el próximo acuerdo los Bonos por no contaminar que podrían generar un beneficio económico a la vez que disfrutamos de menor contaminación.

Existe una abundante bibliografía para explorar desde varios ángulos en un enfoque multidisciplinario las reglas de juego y el comportamiento de este mercado multimillonario y en crecimiento a nivel mundial que fomenta un desarrollo limpio, creado  en principio por el Protocolo de Kioto.

Por supuesto que no estamos descubriendo la pólvora.
En 2012 la Dra. Jacqueline Schwartz de la Facultad de Derecho de la UM publicó un libro de sobre el enorme e inexplorado campo que se abre para Uruguay y el resto de América Latina en el mercado de la reducción de la emisión del carbono aprobado por el Protocolo de Kioto.

En su libro Dra. Schwarts, impulsa e invita a estudiar las oportunidades que brindan las reducciones certificadas de emisiones de CO2, un tema de enorme actualidad mundial. “Los bonos de carbono ofrecen muchísimas oportunidades de negocios para los empresarios, combinando el lucro y el cuidado del medio ambiente.

En abril de 2012 Últimas noticias informaba que había 10 proyectos de empresas uruguayas tratando de obtener estos bonos en las naciones unidas.

En Julio de 2013 en el diario La Guía Forestal se publicaba un reportaje titulado “Bonos de carbono: un mercado en transformación” que editorializa de la siguiente manera:  “Aunque por ahora parece un negocio en vías de extinción, dado el poco valor que tienen estos bonos actualmente, fuera de Europa hay otros mercado regulados (Japón, Australia, California) y sigue funcionando el sistema voluntario, donde las compañías que quieren compensar pueden hacerlo y prepararse para cuando ya sea ineludible mitigar por ley o por demanda”.

Nuestro punto de vista es que es un tema “PAÍS”, por lo que no debe tratarse como proyectos aislados y no debería restringirse a los ahorros.

Los ahorros sobre la contaminación en un momento de la historia condenan a los países en vías de desarrollo, y los perjudican por no estar contaminando a la hora de la medición, cuando la medición debería ser más objetiva ya que todos contaminamos el mismo planeta y no tiene sentido que los que más contaminan también a la hora de reducir sean los más beneficiados, limitando o impidiendo las posibilidades de desarrollo de los que menos contaminamos.