¿Merece la pena memorizar algo con tanta tecnología?
Prácticamente toda la información que necesitamos está en Internet, a un clic, pero ¿conviene vaciar nuestra memoria?
En los lejanos tiempos preinternet la memoria tenía prestigio. Qué admiración despertaba el que se sabía todas alineaciones históricas del Real Madrid. Cómo se aprobaban asignaturas recitando la tabla periódica, fechas históricas o la lista de los reyes godos (aunque esto, como veremos, igual no era así). Tener un buen banco de datos en la cabeza permitía pasar por persona culta y arrasar con los quesitos del Trivial Pursuit. Luego llegó Google.
“No guardes nunca en la cabeza lo que quepa en el bolsillo”, dicen algunos memes que dijo Albert Einstein. En época del genial físico se podía llevar en el bolsillo un bloc de notas, un libro, una chuleta. Ahora se puede llevar un smartphone. Es decir, la mayor parte del conocimiento generado por la especie humana. ¿Que hay dudas? Googlealo. ¿Para qué sirve ahora la memoria? Si ya somos ciborgs y nuestro smartphone ya es parte de nosotros mismos, ahí dentro viaja parte de nuestra memoria.
“Internet se ha convertido en una forma primaria de memoria externa donde la información se almacena colectivamente fuera de nosotros”, escriben investigadores de las universidades de Columbia, Wisconsin y Harvard. Sparrow, Liu y Wegner, que así se llaman, han descrito el conocido como efecto Google: tendemos a olvidar con mayor facilidad aquello que podemos encontrar en Internet. Es un tipo de memoria transactiva, la misma que hace que el jefe de un equipo de trabajo tienda a olvidar el conocimiento que posee otro miembro del equipo. Depositamos la información donde mejor nos viene.
Además, nos resulta más fácil recordar aquella información que sabemos que no podemos recuperar fácilmente, esa a la que no podemos acceder a golpe de clic. Y cuando sabemos que algo se puede encontrar con facilidad, es más probable que recordemos mejor la forma de encontrarlo que la información en sí misma. Todo esto nos hace ser más dependientes de la Red: el uso de Google para buscar información puede cronificarse. Según encontraron investigadores de las universidades de Illinois y Santa Cruz, California, en un estudio publicado en la revista Memory, las personas que buscan información en esta plataforma tienen más probabilidad de volver a buscarla en el futuro.
“Yo no soy partidario de memorizar aquello que no necesitamos memorizar”. Lo dice un experto en técnicas mnemotécnicas, Luis Sebastián Pascual. “¿Para qué vas a memorizar algo que viene en Google o en la Wikipedia?” Sin embargo, reconoce la vigencia de la memoria en otros campos. Por ejemplo, un comercial siempre tendrá que memorizar el nombre de sus clientes para lograr un trato más atento, y está bien que un farmacéutico memorice el nombre y la utilidad de las medicinas, y no tenga que buscarlos en el ordenador: no resultaría muy profesional. Aunque memorizar, de por sí, también tiene su utilidad. “Es como cuando ves a alguien corriendo por la calle sin que nadie le persiga. ¿Por qué lo hace? Para mantenerse en forma”, dice Pascual, autor de libros como En busca de la memoria perfecta o La pastilla verde. Técnicas de memorización para mayores de 40 años (Meridiano). De igual manera, utilizar la memoria sirve para mantener la propia memoria robusta y una mente ágil.
¿Qué implicaciones tiene disponer de la mayor parte de la información del mundo a golpe de clic? “Implica, claramente, que el énfasis debe pasar de la memorización al saber cómo buscar de manera eficiente”, explica el experto en tecnología Enrique Dans, profesor de la IE Business School. El problema, uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, es que muchos no saben cómo buscar, cómo diferenciar la información relevante de la que no lo es, o, peor aún, discriminar cuáles son las fuentes fiables. Los buscadores y las redes sociales, además, introducen sesgos en el mundo que nos enseñan según nuestro uso previo de Internet.
Para Dans, el problema está en la educación. Nos han enseñado la tecnología como una materia independiente y no de forma horizontal, como algo transversal que atraviesa las demás materias. “El mayor error se llama libro de texto, la representación de una filosofía caduca que hacía creer al alumno que todo lo que necesitaba saber estaba en él, en lugar de invitarle a aprovechar la tecnología y buscar más respuestas”, opina el experto. De ahí pueden venir los problemas que hoy enfrentamos en cuanto a fake news e información poco fiable.
La educación en la era de Internet, pues, debe cambiar. “La memoria suele registrar aquello que hemos visto más recientemente, que vemos más frecuentemente o a lo que otorgamos más valor”, continua Dans, “de modo que, más que memorizar mediante el estudio, algo que es aburridísimo, hay que memorizar los conceptos por haberlos manejado mucho”. Es la diferencia entre haberse empollado algo a lo bruto y saber algo por haber acumulado experiencia. “No se trata de no estudiar”, añade el experto, “sino de estudiar de otra manera, mediante la experiencia directa, mediante estímulos de diversos tipos, en lugar de hacer un reduccionismo salvaje del tipo ‘la letra con sangre entra”.
La memoria, lo memorístico, sin embargo, no debe ser desterrado. “El actual desprestigio de la memoria en el sistema educativo ha hecho que cada vez se vaya a peor”, explica el filósofo y pedagogo Gregorio Luri, “es un error gravísimo”. Denuncia que este olvido de la memoria se da sobre todo en la escuela pública y no en las escuelas de las élites: “es una ironía muy amarga”. Y que la imagen de la memoria como un mero archivo de datos no refleja la realidad: la memoria es de naturaleza dinámica y es una potencia muy activa. “Es el residuo que algo deja al pasar, y si una experiencia educativa no deja ningún residuo, entonces no es educativa”, señala.
“Establecer lazos para domesticar el mundo y darle sentido: eso es exactamente lo que hace nuestra memoria. A diferencia de lo que podría pensarse si se analiza este asunto de un modo un tanto precipitado, la memoria no es un mero banco de datos registrados”, escribe Michel Desmurget en La fábrica de cretinos digitales (Península). Según el neurocientífico, la memoria es lo que nos permite enlazar los diferentes conocimientos y darnos una visión global del mundo.
Algunos otros ejemplos de la importancia de la memoria son el tener un lenguaje amplio: la amplitud del vocabulario de uno es también la amplitud de su mundo y este reside en la memoria. Luri señala que el ejemplo de la lista de los reyes godos es un mito, nunca se estudió así. “Eso sí, si yo quisiese ser especialista en esa época de la historia de España, seguramente me convendría guardar en la memoria esa lista”, dice el filósofo, autor de libros como La escuela no es un parque de atracciones o La imaginación conservadora (ambos publicados por Ariel).
Tal vez la faceta más importante de la memoria hoy en día sea la de aportar contexto. “No se puede entender ningún texto sin contexto”, dice Luri, “y el contexto lo aporta la memoria”. Lo ejemplifica con la revista de ecos de sociedad Hola!: mucha gente lee esa revista y se aprende al dedillo sus contenidos sin esfuerzo, sin esquemas, sin estudiar, ni subrayar, al punto de que podría aprobar un examen en cuestiones del corazón. Eso es gracias al interés y al contexto. “En realidad, si te fijas”, concluye Luri, “nadie quiere tener menos memoria que la que tiene, pero sí le gustaría tener más”. No lo fíe usted todo a la Wikipedia: en Internet hay mucha información, pero no solo de información vive el conocimiento.